viernes, 17 de marzo de 2017

No son piñatas / Hablando de Guapas


Por: Ángel Dehesa Christlieb

Recuerdo el momento en que, después de la respectiva dosis de palazos, la piñata se rompía, los dulces caían al suelo y nos arrojábamos al suelo en un esfuerzo por juntar los más posibles.

Para lograr esto existía un código que todos respetaban, una serie de reglas no escritas según las cuales mientras alguien no tomara un dulce y lo arrastrara entre sus piernas, ese dulce estaba libre de ser reclamado por cualquiera.

Hoy leyendo el caso de Tamara @Plaqueta, a la que no conozco personalmente y, sobre todo, las reacciones de varias "personas" (de algún modo hay que llamarlos), no puedo evitar la comparación.


Los hombres mexicanos tenemos la equivocada idea, implantada y fomentada en la colectividad por años de machismo y acoso impune, de que cualquier mujer que transite por un espacio público, a menos que esté visiblemente reclamada por un hombre (o sea que esté presente junto a ella), es como un dulce de piñata tirado en el piso.

Por lo tanto cualquier hombre, solo por ser hombre, tiene el derecho y la potestad de invadir su espacio vital con vista, palabra, cámara del celular o ¿por qué no? hasta con las manos, todo ello sin necesidad de pedir su opinión.

Para qué pedir su opinión, si así como la razón de ser de los dulces de piñata es que los agarren, cualquier mujer, aunque lo niegue, desea, ansía, vive para que un hombre, cualquier hombre, le preste atención y le haga el "honor" de demostrárselo.

Es este un privilegio que una mujer debe agradecer cuando tenga la suerte de que le ocurra y, la que se atreva a expresar inconformidad, lo hace seguramente por hipócrita, feminazi, malagradecida, exagerada o lesbiana.

Cito una escena de Pedro Infante en "Ustedes los Ricos".

Pepe el Toro, arquetipo del macho mexicano, golpea a un individuo en un bar/salón de baile por faltarle al respeto a la mujer que lo acompañaba la cual, por supuesto, no era su esposa.

Cuando la mujer le agradece el gesto Pepe el Toro le dice una frase que resume, en 10 palabras, la lógica del macho "es que a mí me respetan la HEMBRA que traigo".

La mujer no vale para ser respetada simplemente como mujer o como persona, sino como propiedad.

Lo que mereció la tunda fue que, a pesar de que ese "caramelo" ya tenía dueño, otro hombre se atrevió a poner sus ojos sobre el.

Pero Tamara andaba "suelta", era territorio libre, ¿de qué se queja?

Además, en opinión de sus detractores, el taxista acosador "nomás le dijo guapa, eso no es una falta de respeto. Al contrario porque, además, está fea, tendría que dar las gracias".

La cuestión no es lo que le dijo (y falta saber en qué tono lo dijo), sino el hecho de creer que una mujer sola tiene la obligación de aceptar, disfrutar y agradecer que un hombre, al cual no conoce ni ha autorizado a interactuar con ella, le haga el "honor" de expresar a gritos su opinión sobre su persona.

Si alguien se mete a tu casa, a tu espacio, te lo encuentras en tu recámara pero, ojo, no te roba, ni te amenaza, sino hasta te dice que qué bonito tienes decorado tu hogar ¿dejarías de denunciarlo?

Digo, no exageres, no te robó nada y hasta te habló bonito y te hizo un cumplido.
No importa que se haya metido sin permiso o que no sepas qué hará después.

¿Dejarías de denunciarlo por esa invasión a tu espacio vital y a tu tranquilidad?

Pues Tamara tampoco lo hizo y el que su decisión sea material viable para estar en todo tipo de medios, desatar polémicas en twitter y causar tanto revuelo, nos habla de que falta mucho por hacer.

Leo también a gente que dice que Tamara no es "coherente" porque,
según un tweet anterior de su cuenta, afirma haberle gritado "pinche naco" a alguien que le aventó el coche.

Mal hecho, pero ¿quién de nosotros no ha insultado a alguien que ha estado a punto de atropellarnos o se nos ha cerrado al manejar?

Eso no te quita tus derechos ni tus garantías individuales, sería como decir que como un día te pasaste un alto ya no te puedes quejar si, semanas después, un borracho te choca el coche.

Tamara no hizo nada para ser agredida más que ser mujer y caminar por la calle y si Tamara les cae mal (reitero que ni la conozco), piensen por un segundo y les aseguro que recordarán a una mujer, pariente, amiga o conocida a la que le haya pasado lo mismo o peor.

Este es un caso entre muchos, lo raro es que se supo. No piensen en Tamara, piensen en todas las mujeres.

Seremos un mejor país cuando no nos resulte curioso, extraño o digno de nota que una mujer exija respeto y haga uso de sus derechos como persona y como ciudadana para obtenerlo.

Mientras eso no suceda, las mujeres seguirán siendo tratadas como botín de piñata por hombres que solo "piensan" con el palo.

En nosotros está el que las cosas cambien.

Yo digo.

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